viernes, 5 de abril de 2013

Lo cotidiano y el olvido


La última vez que vi a mi madre fue cuando se la llevaron de casa en ambulancia a la clínica. Simplemente estuvo alojada tres días. Nunca supe los pormenores de ese momento y creo que tampoco tiene demasiado sentido saberlos. Si sentí, claro está, pero eso esta adentro mío y no puedo dar luz sobre ese anochecer infinito que me acompañará hasta cerrar los ojos. Era verano y no recuerdo sentir calor. Estudiaba, simplemente. Hacía un gran esfuerzo para pensar en otra cosa y lograr la hazaña de no repetir de año (no me lo hubiera perdonado jamás). Todo continuó como pudo hasta entrar en el cause de lo cotidiano y el olvido. Padezco a diario el sonido apagado de su voz que se viene distorcionando sostenidamente hasta convertirse en agua sucia, irreconosible. A pesar de todo agradezco día a día su último regalo: la libertad.