Abandonó la esperanza con una rabia suicida, con respeto amplio y frío de pares. Y aquí hay una especie de felicidad. Incluso nadie puede negar la facilidad y precisión con la que logra sobrevivir a complejas mentiras y a la austeridad lasciva que coincide, muchas veces, con la admiración anónima e imprudente. Es entonces cuando la ambición nace implacable en una inteligencia bruta. Caigo al suelo, mis manos petrificadas y llenas de interrogantes sencillos y dolor (no debería adular, en exceso) que corazón merecía. Se formulará un adiós hipócrita (ausencia del ser supremo) como saludo de llegada y sospecho implícitamente que la enfermedad (farsa) será un imprevisto desconsuelo rebajado por un conjunto de desesperanzas difíciles. Hay por estos pagos un rito del prólogo con forma de escalera caracol que retuerce entrañas crudas. Confieso: escondido y cauteloso que el aroma a humedad cuando me dabas amor se necesita. Ahora bajo luz de luciérnagas derramas sangre en silencio, pisando insectos al son de un llanto desmemoriado. La brisa ayudará a trepar al sol la pendiente. Tendré que verlo (sorprende mi bravura). Debo soñar todas las madrugadas.
Muestra una resolución indudable que se vuelve ajena, invadido de sentimientos que no podré expresar por simple vergüenza y miedo. Tiempo. Es tiempo poco claro entre preguntas y respuestas (infinito binomio). Veo una opacidad, gris, en mí ser pero no me asusta. Si no creyera en mí. Lentamente a gran velocidad mis pensamientos llenos de pecados, de acciones lamentables por ser tibias, de hediondos juicios sin fe. Indiferente llamado de verdad. Espero el almuerzo sazonado de desconsuelo. La trampa está abierta, tan simple como eso, como un mándala sin color. Como una palabra que se clava en la yugular y la reflexión, un desatino a contratiempo que pide a gritos tartamudos un castigo sin pasión. ¿Matar al prójimo y su mujer fiel? Tonteras que revela un cerebro confuso y tenso. En el fondo, siempre, en el fondo, las almas desconocidas. Creo que adoramos el dolor y las circunstancias que no se entienden. Habrá que darse cuenta que lo mejor es no darse cuenta. Y la falta ansiosa de improvisar destino. Respetar lo misterioso del solemne. Divertirnos (éramos dos caballeros).
Contemplaba caras juveniles y me cegó la lluvia (interrupción afable, amistosa, descuidada y caprichosa). Sonrió apenas con los ojos que se abren y nos ven. Supimos fingir y por ende nos respetamos. Más luego nos salvaría un rico: te quiero. Solamente precioso. En resumen aceptamos la mentira y nos amparamos en el silencio que no se nota, introduciendo tarde verdad. El te quiero críptico y sutil. Inmensa sabiduría de muerte que marcha en cielo abierto. Hablaremos después de ausencia y semejantes. Admito la sonrisa dolorosa. No asusta ni te asustes. Nadie sabe quien sos. Ciento de veces pensé la forma, al rato vino otro sueño, atrapado en si mismo y a su vez vulnerable en lo profundo. Cuelgo las ropas blancas nacionalistas. Cuando el niño era niño: envejecida costumbre que une el mito de la humanidad. ¿Rendirse a la calidad de ángel? Momento de salir lúcido al camino en busca de alguien. Ocaso y plenitud de la luz. Somos así de inverosímiles. Catarsis, catarsis en el distanciamiento. Hagan que florezca otra necesidad de aprender a ser imbécil: más maduro y más sensible. Quizás oscuro recuerdo teñido de un hondo sentimiento de culpa por lo que pudo haber pasado.
3 comentarios:
Tengo que volver a decirlo? Precioso... cada vez más aún.
Rincon de los Enigmas
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Vaya, sin duda alguna tu tienes un gran talento para escribir. ¡Te felicito!
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