Seguía en un piso veintidós de un edificio de Buenos Aires. Ya no contemplaba absolutamente nada.
Las sombras de mis alrededores fueron la vaga excusa de este porteño para intentar explicar algo inexplicable hasta este momento.
Había pocas estrellas en el cielo negro que no sufría ninguna modificación con las mínimas vacilaciones estelares que poseía.
Pero ya no podía seguir más, y ahora mucho menos pensar en el futuro de la naciente mentira que se especulaba de mi vida.
El viento riguroso me llevaba a la sorpresa que necesitaba buscar. Veinte pisos abajo viaje. Las pocas estrellas no viven en el pavimento ajado con el que acompeñe el fin de la mentira. En sombras ya no puedo mentir más.
Las sombras de mis alrededores fueron la vaga excusa de este porteño para intentar explicar algo inexplicable hasta este momento.
Había pocas estrellas en el cielo negro que no sufría ninguna modificación con las mínimas vacilaciones estelares que poseía.
Pero ya no podía seguir más, y ahora mucho menos pensar en el futuro de la naciente mentira que se especulaba de mi vida.
El viento riguroso me llevaba a la sorpresa que necesitaba buscar. Veinte pisos abajo viaje. Las pocas estrellas no viven en el pavimento ajado con el que acompeñe el fin de la mentira. En sombras ya no puedo mentir más.