domingo, 27 de abril de 2008

Las sombras.


Seguía en un piso veintidós de un edificio de Buenos Aires. Ya no contemplaba absolutamente nada.
Las sombras de mis alrededores fueron la vaga excusa de este porteño para intentar explicar algo inexplicable hasta este momento.
Había pocas estrellas en el cielo negro que no sufría ninguna modificación con las mínimas vacilaciones estelares que poseía.
Pero ya no podía seguir más, y ahora mucho menos pensar en el futuro de la naciente mentira que se especulaba de mi vida.
El viento riguroso me llevaba a la sorpresa que necesitaba buscar. Veinte pisos abajo viaje. Las pocas estrellas no viven en el pavimento ajado con el que acompeñe el fin de la mentira. En sombras ya no puedo mentir más.

5 comentarios:

bajo.* dijo...

se tiró entonces?
=O

MM dijo...

una perpetua mutación, una perpetua búsqueda... las cosas perpetuas no pueden terminar así.

Fernando dijo...

Me fascinó la penúltima oración.

Beso.

Flor dijo...

que bueno che, que bueno.

Osoguille dijo...

Uf!!!
Que puramente descrito!!!
Me hiciste acordar cuántas veces se encendieron para mí esas sonrisas como marquesinas de neón, y al estar allí sólo miraba la puerta, pensando en cien o doscientas formas de trazar un conjuro que me arrastre lejos, lejos.