viernes, 11 de mayo de 2007

Adíos Robin Hodd.

Escupía a borbotones la sangre que salía entre sus dientes. El martillarse la flecha en la sien no fue la mejor idea para matarse. La agonía duro más de lo esperado.
La sangre se detuvo, luego comenzó a reír y cantar. Se miró en el espejo y no se reconoció. Se puso a llorar. Se desnudo. Se quito el disfraz y se puso el que lleva todos los días.

2 comentarios:

Lighten Angel dijo...

Esto me gusta, ja. De disfraces y caretas, de heroes y muerte. Un beso al autor, te quiero, jaja.

antonelana dijo...

Ese final es muy Cortázar.