Estaba llegando a ese instante en
que quiero olvidar y todo se vuelve en contra y uno recuerda minuciosamente
todo, absolutamente todo, hasta lo que uno nunca vivió.
El viento, la piel fría, la
sombra inmóvil, el placer de la costumbre, el marchitar del crisantemo, el río
manso, el sueño postergado, la vigilia de una espera fructífera, la desolación
de un momento, la esperanza fugaz, el rencor hecho carne, la lluvia bailando en
el espejo, el mate amargo, las consecuencias, el sujeto y el predicado, el temporal,
la espuma de la costa, la novela que espera el roce, el placer casi perverso de
despejarse, el atardecer bajo los viejos robles, los posibles errores
proscritos, el puñal, el dedo que late en su corte profundo, la tristeza de
toda la vida, la caricia sutil en la mejilla, las uñas perfectas de una madre,
la casa en silencio, el dinero perdido, lo que nunca se entenderá, el museo
vacío, las distancias que dan claridad, la palabra arriesgada como la realidad,
los héroes derrotados, el silencio que grita bien fuerte, todos los invitados,
otro cuerpo que era indispensable destruir, los instituciones desnudas, la
tempestad, el merecimiento implícito, la simultaneidad azarosa, tu mano, los
ojos bien abiertos, el labio partido, la fragilidad mutua, la cara pálida, el
eco, un amor y el momento exacto.
Empezaba a anochecer.