Despertar invadido
por el olor a pan tostado. La manteca que pierde su rigidez de heladera e
ingresa a la miga caliente. Levantarse del colchón del piso con la ropa
arrugada. Vos cayendo desde las alturas de tu cama con esa cara de
perro mojado y esa boca siempre amenazante. Las cosquillas brotarían por
doquier. Él y yo conteníamos las risas. Cada tanto uno se vencía
(dejándose amar) y brillaba una sonrisa
que iluminaba la habitación del campo. Nos damos un beso polar o en su
defecto de pez globo. Habría que vivirlo ya que no existe la cura. La
carne era fresca. Sus mates éxtasis. El frío y el calor. La paciencia.
El té con miel cuando aún seguíamos dormidos o con dolor de garganta. Un almuerzo. El campo
florido. Saber que sos mi única verdad. Sabes que sos mi única verdad. Y mentíamos pero simplemente por
temor al amor. Paradoja imperdonable. Escuchábamos el agua. El
interior presente. Green lover al dejar fluir al amigo fiel. Un baño
abandonado. Una cocina abandonada. Un abandono. Allí se engendran
futuros sapitos (entre algas y moho). Acá Liniers. Yo de Belgrano. Él de
una linda localidad. Sufro tu ausencia. Recuerdo colores de morón.
Maquinándome como si fuera tan divertido. Hielo, agua, botella. Te traje
una sorpresa. Un corazoncito y el universo. Sobre la oreja de ratón
descansa un bicho bolita. Alto ahí: te estoy viendo por la mirilla del
olvido. Patas para arriba y patas para abajo. Ser traslucido. Ser
misterioso. Y si se avivara (repetir hasta el infinito y el cansancio).
Felicitaciones: un moderno quilombo. ¿Y usted que piensa? Como si me
entendiera. Ahora somos extraños. Hablemos, cara a cara. Solo vos y yo.
jueves, 18 de octubre de 2012
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