jueves, 18 de octubre de 2012

No tuvimos otoño

Despertar invadido por el olor a pan tostado. La manteca que pierde su rigidez de heladera e ingresa a la miga caliente. Levantarse del colchón del piso con la ropa arrugada. Vos cayendo desde las alturas de tu cama con esa cara de perro mojado y esa boca siempre amenazante. Las cosquillas brotarían por doquier. Él y yo conteníamos las risas. Cada tanto uno se vencía (dejándose amar) y brillaba una sonrisa que iluminaba la habitación del campo. Nos damos un beso polar o en su defecto de pez globo. Habría que vivirlo ya que no existe la cura. La carne era fresca. Sus mates éxtasis. El frío y el calor. La paciencia. El té con miel cuando aún seguíamos dormidos o con dolor de garganta. Un almuerzo. El campo florido. Saber que sos mi única verdad. Sabes que sos mi única verdad. Y mentíamos pero simplemente por temor al amor. Paradoja imperdonable. Escuchábamos el agua. El interior presente. Green lover al dejar fluir al amigo fiel. Un baño abandonado. Una cocina abandonada. Un abandono. Allí se engendran futuros sapitos (entre algas y moho). Acá Liniers. Yo de Belgrano. Él de una linda localidad. Sufro tu ausencia. Recuerdo colores de morón. Maquinándome como si fuera tan divertido. Hielo, agua, botella. Te traje una sorpresa. Un corazoncito y el universo. Sobre la oreja de ratón descansa un bicho bolita. Alto ahí: te estoy viendo por la mirilla del olvido. Patas para arriba y patas para abajo. Ser traslucido. Ser misterioso. Y si se avivara (repetir hasta el infinito y el cansancio). Felicitaciones: un moderno quilombo. ¿Y usted que piensa? Como si me entendiera. Ahora somos extraños. Hablemos, cara a cara. Solo vos y yo.

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