lunes, 29 de octubre de 2012

El río manso



Estaba llegando a ese instante en que quiero olvidar y todo se vuelve en contra y uno recuerda minuciosamente todo, absolutamente todo, hasta lo que uno nunca vivió.
El viento, la piel fría, la sombra inmóvil, el placer de la costumbre, el marchitar del crisantemo, el río manso, el sueño postergado, la vigilia de una espera fructífera, la desolación de un momento, la esperanza fugaz, el rencor hecho carne, la lluvia bailando en el espejo, el mate amargo, las consecuencias, el sujeto y el predicado, el temporal, la espuma de la costa, la novela que espera el roce, el placer casi perverso de despejarse, el atardecer bajo los viejos robles, los posibles errores proscritos, el puñal, el dedo que late en su corte profundo, la tristeza de toda la vida, la caricia sutil en la mejilla, las uñas perfectas de una madre, la casa en silencio, el dinero perdido, lo que nunca se entenderá, el museo vacío, las distancias que dan claridad, la palabra arriesgada como la realidad, los héroes derrotados, el silencio que grita bien fuerte, todos los invitados, otro cuerpo que era indispensable destruir, los instituciones desnudas, la tempestad, el merecimiento implícito, la simultaneidad azarosa, tu mano, los ojos bien abiertos, el labio partido, la fragilidad mutua, la cara pálida, el eco, un amor y el momento exacto.
Empezaba a anochecer. 


1 comentario:

MM dijo...

Y cuando anochece es el momento de dejarse soñar.